lunes, 24 de mayo de 2010

La vida es mejor con bigote

Por favor, visiten ya Life Is Better With Mustache. Ahí encontrarán anécdotas e historias de bigotes, todo para elevar el nivel de vida de nosotros y nuestros bigotes.

jueves, 20 de mayo de 2010

Autosentencia

Mi horario está listo.

Dos materias, Art in Public Spaces y History of Mexico (sin acento porque está en inglés).

A ver qué opinan los gringos del arte y la historia de México, me gusta que el programa incluye temas tabú para la SEP, así como Tlatelolco.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Doctor Corazón

Mi Doctor Corazón (que en realidad hoy fue doctora porque mi cardiólogo no trabaja solo) me dijo que voy bien. O sea que no me va a quitar la medicina pero que le siga echando ganas.
Eso significa seguir corriendo (más bien volver a correr porque los finales me mataron). Seguir NO comiendo grasa (no carnitas = no tortas ahogadas, básicamente), seguir NO tomando (ni siquiera un trago de cerveza, triste, triste (bueno, a veces)). Seguir sin sal, pero eso no me agüita ni poquito. Seguir sin refresco, que tampoco me agüita, sin Red Bull o similares (que sí me entristece un poco porque sí me gustan, ¿gustaban?, esas chingaderas, sobre todo con Jäger). Y en fin, otras cosas que no puedo hacer, pero tal vez algún día pueda si soy niño bueno, así como Pinocho tenía la posibilidad de ser un niño de verdad.

miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Ya vieron a quién voy a entrevistar mañana?

We have not yet begun to procrastinate

Uno de los trabajos que tuve mientras viví en Vancouver era en North Vancouver. En la calle que me llevaba desde el puerto, donde me dejaba el Sea Bus hasta el lugar de mi trabajo, había una tienda que nunca estuve seguro de qué vendían, creo que cartuchos para impresoras o algo relacionado con tinta y/o pintura. El caso es que en esa tienda, su única publicidad era un letrero medio grande que decía "we have not yet begun to procrastinate" y nada más. Siempre me pareció muy interesante y en esta época de trabajos finales me acuerdo mucho de esos días en los que subía esa calle (porque estaba de subida, bueno a la ida era subida y al regreso bajada) en mi bicicleta (que era completamente negra y algún hijo de su putísima madre decidió robarme) mientras llovía y hacía mucho frío porque el otoño se terminaba y por la misma razón empezaba el invierno. Recuerdo el frío en los nudillos, el viento en la cara, mis lentes se llenaban de gotas y yo pedaleaba de subida y esperaba que el semáforo de la calle donde daba vuelta estuviera a mi favor, porque si no estaba, me tenía que parar y para arrancar de nuevo necesitaba impulsarme con un pie, pero muy seguido había una placa de hielo que no me dejaba agarrar vuelito y más de una vez se me acabó el semáforo y no logré arrancar. Pero los coches eran pacientes, jamás me pitaron, ni siquiera me veían feo cuando yo por fin arrancaba y ellos por fin me rebasaban. Nunca llegué tarde a ese trabajo.