miércoles, 12 de mayo de 2010

We have not yet begun to procrastinate

Uno de los trabajos que tuve mientras viví en Vancouver era en North Vancouver. En la calle que me llevaba desde el puerto, donde me dejaba el Sea Bus hasta el lugar de mi trabajo, había una tienda que nunca estuve seguro de qué vendían, creo que cartuchos para impresoras o algo relacionado con tinta y/o pintura. El caso es que en esa tienda, su única publicidad era un letrero medio grande que decía "we have not yet begun to procrastinate" y nada más. Siempre me pareció muy interesante y en esta época de trabajos finales me acuerdo mucho de esos días en los que subía esa calle (porque estaba de subida, bueno a la ida era subida y al regreso bajada) en mi bicicleta (que era completamente negra y algún hijo de su putísima madre decidió robarme) mientras llovía y hacía mucho frío porque el otoño se terminaba y por la misma razón empezaba el invierno. Recuerdo el frío en los nudillos, el viento en la cara, mis lentes se llenaban de gotas y yo pedaleaba de subida y esperaba que el semáforo de la calle donde daba vuelta estuviera a mi favor, porque si no estaba, me tenía que parar y para arrancar de nuevo necesitaba impulsarme con un pie, pero muy seguido había una placa de hielo que no me dejaba agarrar vuelito y más de una vez se me acabó el semáforo y no logré arrancar. Pero los coches eran pacientes, jamás me pitaron, ni siquiera me veían feo cuando yo por fin arrancaba y ellos por fin me rebasaban. Nunca llegué tarde a ese trabajo.

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